martes, 20 de mayo de 2014

De una copla cantada por una calañesa




ANTÍGUA LÍRICA POPULAR EN EL CANCIONERO ANDALUZ  MODERNO A LA LUZ DE UNA CANCIÓN DE CALAÑAS (HUELVA).

         La escritora gaditana Nieves Vázquez Recio, doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz hizo un estudio sobre la PERVIVENCIA  DE LA ANTIGUA LÍRICA POPULAR EN EL CANCIONERO ANDALUZ MODERNO. Para ello, en el mes de febrero de 1993, dentro del Seminario Hispano-alemán del Romancero, dedicado a la recolección de textos del occidente andaluz, los componentes del mismo Katia Schrom, Susana Barth y la propia autora, escucharon una canción cantada por María Mercedes Barranco Soltero, de 93 años, que entre otras cosas, mostró una memoria peculiar para las canciones de amor que nos decía había cantado y a veces bailado en su juventud. Decía la letra:

Madre, dígale al cartero,
que le diga al bien amado,
que la carta suya espero
que desde Ceuta estoy esperando.
Quiero saber si me quiere,
quiero saber si me olvida,
pues la paciencia me hiere
y estoy pasando muy mala vida.
Que tormento es el sufrir
por la ausencia de un querer,
ojos que te vieron ir,
cuando te verán volver.

        En la primera parte del poema vemos características formales habituales en la lírica popular, al margen de la métrica; así, el primer verso se atiene a una fórmula corriente de inicio de copla, la exhortación (expresión de advertencia o consejo), que da al texto un sentido escénico, rasgo común dentro del romancero y la poesía popular. Las partes centrales del poema siguen en la misma línea de expresión. La última parte introduce un estilo aflamencado, muy común en la zona de Huelva donde el flamenco es la manifestación cultural por excelencia. 

María Mercedes Barranco Soltero

     El motivo base del tema, como es el lamento de una muchacha por la ausencia de su amado, y la confidencia a la madre, es empleado en las jarchas, en las cantigas gallego-portuguesas y más tarde en algunos villancicos de los siglos XV y XVI. Mensaje como el expresado en los dos últimos versos podemos verlos muy atrás en villancicos del Cancionero de Turín o en una copla del siglo XVI de Pedro Padilla. Podemos creer que estos versos citados se remontan al siglo XIV, constituyendo uno de esos casos de supervivencia o continuidad de una cancioncilla medieval. 

        Éste texto de Calañas se convierte en deudor de una tradición temática precisa dentro de la lírica peninsular, encerrando a su vez en sus dos versos finales una pequeña joya, aquella que lo vincula textualmente con un  cantar del siglo XIV y que ha seguido vivo hasta hoy. Ésta canción se inscribe dentro de una arraigada tradición lírica, que tropezando cada vez con mayores dificultades, ha sobrevivido, aunque agonizante, hasta nuestros días, quizás favorecida su ductilidad por la inclusión en la misma de formas aflamencadas. 

    Estas coplas como la recogida en Calañas, que han visto mermados su patrimonio tradicional,  quedan refugiadas en los sectores de más edad y que ya no lo revitalizan con el cultivo diario, sino que a duras penas pueden rescatarlas del olvido.  
      

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