ANTÍGUA
LÍRICA POPULAR EN EL CANCIONERO ANDALUZ MODERNO
A LA LUZ DE UNA CANCIÓN DE CALAÑAS (HUELVA).
La escritora gaditana
Nieves Vázquez Recio, doctora en Filología Hispánica por la Universidad de
Cádiz hizo un estudio sobre la PERVIVENCIA
DE LA ANTIGUA LÍRICA POPULAR EN EL CANCIONERO ANDALUZ MODERNO. Para
ello, en el mes de febrero de 1993, dentro del Seminario Hispano-alemán del
Romancero, dedicado a la recolección de textos del occidente andaluz, los componentes
del mismo Katia Schrom, Susana Barth y la propia autora, escucharon una canción
cantada por María Mercedes Barranco Soltero, de 93 años, que entre otras cosas,
mostró una memoria peculiar para las canciones de amor que nos decía había
cantado y a veces bailado en su juventud. Decía la letra:
Madre, dígale al cartero,
que le diga al bien
amado,
que la carta suya
espero
que desde Ceuta
estoy esperando.
Quiero saber si me
quiere,
quiero saber si me
olvida,
pues la paciencia
me hiere
y estoy pasando muy
mala vida.
Que tormento es el
sufrir
por la ausencia de
un querer,
ojos que te vieron
ir,
cuando te verán
volver.
En
la primera parte del poema vemos características formales habituales en la
lírica popular, al margen de la métrica; así, el primer verso se atiene a una
fórmula corriente de inicio de copla, la exhortación (expresión de advertencia
o consejo), que da al texto un sentido escénico, rasgo común dentro del
romancero y la poesía popular. Las partes centrales del poema siguen en la
misma línea de expresión. La última parte introduce un estilo aflamencado, muy
común en la zona de Huelva donde el flamenco es la manifestación cultural por
excelencia.
El
motivo base del tema, como es el lamento de una muchacha por la ausencia de su
amado, y la confidencia a la madre, es empleado en las jarchas, en las cantigas
gallego-portuguesas y más tarde en algunos villancicos de los siglos XV y XVI. Mensaje
como el expresado en los dos últimos versos podemos verlos muy atrás en
villancicos del Cancionero de Turín o en una copla del siglo XVI de Pedro
Padilla. Podemos creer que estos versos citados se remontan al siglo XIV,
constituyendo uno de esos casos de supervivencia o continuidad de una
cancioncilla medieval.
Éste texto
de Calañas se convierte en deudor de una tradición temática precisa dentro de
la lírica peninsular, encerrando a su vez en sus dos versos finales una pequeña
joya, aquella que lo vincula textualmente con un cantar del siglo XIV y que ha seguido vivo
hasta hoy. Ésta canción se inscribe dentro de una arraigada tradición lírica,
que tropezando cada vez con mayores dificultades, ha sobrevivido, aunque agonizante,
hasta nuestros días, quizás favorecida su ductilidad por la inclusión en la
misma de formas aflamencadas.
Estas coplas como la recogida en Calañas, que han visto mermados su patrimonio
tradicional, quedan refugiadas en los
sectores de más edad y que ya no lo revitalizan con el cultivo diario, sino que
a duras penas pueden rescatarlas del olvido.
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