EL
CLERO Y LAS DIVERSIONES
La
afición a la copla y al baile alcanzó por igual a todos los estamentos
sociales. Señores y vasallos gustaban, sin excepción, de las fiestas y fueron
protagonistas de idénticos “desórdenes”. Uno de los ambientes en el que arraigó
con fuerza este modo de vida fue el eclesiástico. Los curas “enfandangados”
formaban “tertulias”, acudían a “funciones“, se divertían en las romerías,
corrían toros a pie y a caballo y rondaban los pueblos entonando canciones
eróticas. La distancia que separaba las comarcas onubenses de la sede
arzobispal y la implicación de algunos vicarios en los “excesos” garantizaban
la impunidad de estos comportamientos. En 1684, Palafox y Cardona, prelado
sevillano, quedó atónito ante el abandono y la corrupción del clero de Huelva y
procesó a los curas más señalados sin que su esfuerzo por limpiar de vicios la
iglesia produjese más que algún tímido resultado. Las fiestas a las que rara
vez faltaban los clérigos eran las bodas y bautizos. En 1688, el presbítero
Barrera y Vallina era asiduo en las “casas de novias” donde se festejaban esponsales
y en los duelos en los que abundaban la bebida y la comida. (AOH Leg 11) La Iglesia
vigilaba de cerca la presencia de sus miembros en estas reuniones ya que muchos
acudían en traje seglar, contraviniendo el mandato de Palafox que, desde 1691,
los obligaba a “andar vestidos con tonsura y hábito clerical decente”. Por
desobediencia a este precepto fue encausado en1693 y 1703 el presbítero de
Calañas Diego Díaz Borrero porque “sale a rondar de noche y no vuelve hasta el
día, con su polaina, capa de paño y pistola” (AOH Leg 6)
Las
fiestas de toros fueron en el siglo XVIII la forma de diversión más
tumultuaria, no por el juego en sí sino por los “excesos” que propiciaban. “Los
de la bota y la tortilla” eran por lo general desordenados que aprovechaban la
diversión para juntarse con mujeres, comer y beber en los andamios y luego cantar
y bailar en los saraos que se organizaban al término del “juego“. No por
casualidad, las medidas contra las corridas alcanzaron a los bailes que nada
tenían que ver con correrlos, sortearlos o matarlos. La prohibición de las
festividades que hacían los calañeses en la Coronada incluyó por igual correr
toros, pernoctar en el campo, los convites, paseos a caballo, la apertura de
tabernas, danzas y “cualquiera otro exceso de los experimentados hasta el
presente” (AMGi Leg 118). La jurisdicción eclesiástica fue extremadamente dura
en el intento de depurar estos vicios. El procesamiento de los curas
desordenados venía precedido de “advertencias“, encomendadas a vicarios y
clérigos de edad. La experiencia confirma que rara vez producían resultado
porque mucho podía la sotana pero mayor era el tirón de la vida. La
perseverancia en los “excesos” daba paso a la prisión de los encausados en “las
cárceles del señor arzobispo” en las que permanecían hasta sentencia. Cumplida
la pena, el reo era rehabilitado en su ministerio aunque los más recaían en los
“excesos” o se apartaban definitivamente de la vida religiosa. Los archivos
eclesiásticos, la fuente por excelencia para el estudio del arraigo en el clero
de la afición a las coplas y bailes, prueban que algunos no pudieron sustraerse
a la pasión que despertaban las diversiones. Los curas aficionados al toreo, a
los bailes y a las rondas disfrutaban en este ambiente que no se sujetaba a
ningún mandato ni reconocía autoridad alguna.
Dos
vicios extendidos entre los curas “enfandangados“ fueron la destrucción de
honras y las borracheras. Algunos eclesiásticos se vanagloriaban de entrar en
casas de mujeres solteras y casadas burlando a sus padres y maridos, sin
atender al daño moral que causaban a las víctimas. Otro gran protagonista de
escándalos fue el presbítero de Calañas Diego Díaz Barrero, al que sus
feligreses consideraban “un desatado en vicios”. Todos los días se jugaba a
“los tres siete” algún “cuartillo de vino” en la taberna de Bartolomé Pérez.,
de la que rara vez salía antes de la madrugada. Sus rondas y fiestas eran
sonadas: “Todas las noches sale con otros mozos de ronda con espada y broquel
asistiendo a bailes aunque no sale a bailar“ (AOH Calañas leg 6). De sus
amenazas con escopetas, pistola o cuchillos no se libraron ni las mismas
autoridades. Su vestido dejaba mucho que desear: “Anda de día y de noche en hábito
puramente seglar y aun en este género con indecencia de estado y caídas las
medias”. Más de una vez se ausentaba de la parroquia y se marchaba semanas
enteras de montería. En las veladas de caza gustaba desacreditar a sus
convecinas: “Fulana tiene este vicio. Zutana es incontinente” (AOH Calañas Leg
6).
CALAÑAS, 2019
CALAÑAS, 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Poned vuestro nombre, por favor,para que sepa yo quien hace el comentario. Gracias