Están ahí, en su sitio de siempre, en
las espadañas de nuestra iglesia, pero por desgracia, cada vez las oímos menos.
Nuestro paisaje social ha cambiado tanto en los últimos años que las campanas
apenas son ya mensajeras de buenas ni de malas noticias. Ahora se oyen para
recibir el año, en las fiestas de la Virgen, los domingos para misa o
anunciando un funeral. La mayoría de los jóvenes no distingue el toque de
fuego, el de niño perdido, o lo que es repicar o doblar.
Por suerte para nosotros, aún tenemos campanero, o tocador de
campanas, ya que campanero es el artesano, el que las fabrica; de los buenos a
mi entender, de los que tocan como se tocaba antes, con idea de prolongar la
vida y sentido de las campanas de la torre durante otro buen número de años
más.
Hagamos un breve repaso de lo que es una campana. Para su fabricación,
se necesita muy poco: barro, metal y fuego. De sus orígenes podemos decir que
chinos y romanos se servían de su sonoridad para anunciar todo tipo de
acontecimientos y ahuyentar los malos espíritus. Este carácter pagano, pronto
es absorbido por el cristianismo y no se ha levantado iglesia o ermita que no
se precie de tener al menos una pequeña campana en su campanario. Su nombre proviene de la región de la Campania (Italia) y
concretamente de su capital, Nola, nombre que tuvo en la antigüedad. El bronce,
metal utilizado para su construcción, producto de la mezcla del estaño y el
cobre, resiste impasible el transcurso del tiempo, pese a su continua
exposición a los rigores climatológicos.
¿Quién no ha
escuchado el tañido de una campana?
Suenan
cuando nacemos y cuando morimos. Repican cuando anuncian un acontecimiento
grato para nuestro pueblo, cuando estamos en fiestas o cuando una urgencia
requiere del esfuerzo de todos. Son las doce campanadas las que inician un
nuevo año y ponen fin al anterior. Aunque muchas veces no seamos conscientes de
ello, las solitarias campanas, colgadas de lo alto del campanario, marcan con
sus sonidos los ritmos más tradicionales de nuestra vida.
Campana de la torre de Calañas |
Decía D.Pedro Ortíz Guerrero en su manuscrito de
1.816:
“..... en el
pueblo había una torre y en
ésta había una campana muy particular y grande que se oía de cuatro leguas de
distancia claramente; siendo en tierras quebradas y de sierra. Estaba muy
gastada por todas partes de la continuación de los toques, ya que servía
también para el reloj del público; el letrero era gótico, y en lengua francesa,
por haberse construido
en Francia. Hay un sitio inmediato al pueblo que llaman Peñas-Campanas,
donde se dice estuvo depositada en pleito con la
ciudad antigua de Palos, de donde salió la primera expedición para el
descubrimiento de nuestras Indias; tenía más de trescientos años y se daba a
entender que estuvo mucho tiempo tocando.........”
¿Quién de niño no ha subido a la torre? ¿Quién no ha estado repicando las campanas? Resultaba emocionante agarrarse con ambas manos, una a cada cuerda que sostenía el badajo de la campana, si era la de la campana gorda mejor, y mover rítmicamente los brazos sintiendo como las vibraciones te penetraban por todo el cuerpo.
¿Quién no ha oído decir que en la campana gorda hay una inscripción
que decía: María Gracia me llamo, cien quintales peso, y quien no lo quiera
creer, que me tome el tiento.?
Dicen que el esquilón que da a la Plaza de la Virgen de Coronada, solo
se tocaba cuando había misa en el cementerio y también que la campana del Convento, cuando estaban en él las
Carmelitas, sonaba 33 veces todos los días a las tres de la madrugada.
Campanario del Convento (sin la campana) |
En tiempos de Don José González (Cura Estepa), los toques eran
efectuados por Juan Cabeza, diferentes a lo largo del día: se empezaba
tocando al alba, luego la misa de las diez, después a las catorce horas tocaban
las vísperas, al oscurecer oración, sobre las veintidós horas tocaban las
ánimas, y a las doce sonaban tres campanadas.
¡Cuantos
campaneros habrán pasado por nuestra torre! Pepe Clavero, Matías Martínez, el
nombrado Juan Cabeza, Alonso el sacristán, Joselito el de la Bodega, Miguel el
monaguillo, José Chocolate, Sebastián, .......
Resulta agradable saber que actualmente nuestro campanero, que lo fue
antes de ahora, lo hace por afición, porque le gusta tocar, eso me consta, y
las cosas hechas de buen agrado siempre salen mejor que las que hacemos por
obligación o a la fuerza. ¡Animo, amigo José! que tu labor sea por mucho
tiempo, y si puedes enseña a alguien que lo desee, que nos se pierdan esos
sonidos metálicos que traspasan el silencio y aunque sean de agonía también
forman parte de nuestras tradiciones, de nuestras vidas de pueblo.
CALAÑAS, 2014
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