lunes, 5 de noviembre de 2018

La religiosidad en el siglo XVIII en el Campo de Andévalo


Con la lectura del libro La vida rural en un lugar del señorío de Niebla: La Puebla de Guzmán (siglos XVI al XVIII)” del autor Don Francisco Núñez Roldán y publicado por la Excma. Diputación Provincial de Huelva en 1985, en su apartado 9.3, Los modos de vida y la religiosidad, donde refiriéndose al siglo XVIII concretamente hace un relato que me ha enseñado y del que quiero hacer un breve resumen para que cada cual saque sus propias conclusiones:

“ En el siglo XVIII, la religiosidad popular en España, era tan exuberante y jovial que se mezclaron en ella lo sagrado y lo profano. Para intentar reconstruir las vivencias religiosas en el Campo de Andévalo durante esas fechas podemos basarnos en los datos que aportaba el visitador general del Arzobispado de Sevilla en sus inspecciones a la zona para el mejor cumplimiento no sólo de las obligaciones pastorales de los sacerdotes, sino también para la corrección de las costumbres populares, toda vez que éstas se alejaban a menudo de la línea doctrinal establecida.

(El 31 de julio de 1.751 el Arzobispo Coadministrador de Sevilla envía a los Alcaldes de Calañas y Valverde sendas cartas en las que se les insta a “celar el que no haya bayles provocativos, cantares lascivos ni cosa que pueda ofender la pureza e integridad de las costumbres christianas” en las noches que anteceden a la festividad en que se solemnizan a Ntra.Sra. de la Coronada y de España.)


 

El cura rural no solía tener una instrucción sobresaliente y menos aún el pueblo llano. Aquel estaba obligado a explicar y enseñar la doctrina cristiana a éste durante los días de fiesta, con apercibimiento de que si no lo hacía, sería castigado por la autoridad eclesiástica. Debido a que las tareas agrícolas no se abandonaban bajo ningún concepto, el incumplimiento religioso era normal y la inobservancia de los preceptos dominicales era habitual.

Pero una de las manifestaciones de religiosidad más importantes, aparte las fiestas y romerías, lo constituyó la organización de hermandades y cofradías. Éstas estaban instituidas bajo la advocación de algún intercesor celestial cuya imagen era sacada en procesión por los hermanos.

En Calañas, en el siglo XVII, existían ya las cofradías del Santísimo Sacramento, Vera Cruz, Nuestra Señora del Carmen, Ánimas y Nuestra Señora del Rosario y en el siglo XVIII la Hermandad de Nuestra Señora de la Coronada.



Según Marcelin Defourneaux que escribía sobre la España del siglo de Oro, “todo era pretexto para la fiesta”. No existía pueblo grande o pequeño, rico o podre, que no celebrara algún festejo.

Con la participación popular en las prácticas oficiales de la Iglesia, lo que se procuraba era conseguir la protección y el auxilio divino (salud y suerte). La mejor demostración de apoyo en los patronos o santos eran sus fiestas anuales, cuyo origen se encuentra en la misma comunidad rural o a veces, impuestas por la jerarquía eclesiástica, política o señorial.

La fiesta patronal supone a diferencia de las fiestas comunes en toda la Cristiandad (Natividad, Domingo de Ramos, Corpus, Asunción, etc.) una reafirmación de la conciencia de diferenciación de la comunidad respecto a otras comunidades.

Damos especial consideración a la coincidencia que existe entre la fiesta religiosa y la feria económica allí donde ésta se celebra, por lo que la fiesta sagrada, pocas veces se presentaba en estado puro. El ritual religioso y el económico se fundía inexorablemente en la mayoría de los casos.

La religión, los santos, acercan y rompen las distancias, convocan a las gentes más variadas, provocan sociabilidad. Si la mayoría de los patronos son santos varones, junto a ellos no puede faltar María, la Virgen Madre. El culto a María es elemento fundamental de la religiosidad andaluza e ibérica por extensión. La Virgen, antes que mujer, es madre y como dice un autor portugués “uma mâe de substituiÇao”. 



Las fiestas marianas son las más brillantes y las que han sobrevivido, pese a su remoto origen, a todas las transformaciones sociales, políticas e incluso religiosas operadas en nuestra sociedad. Todas tiene una tradición secular y profunda. El origen de sus devociones se remonta, en casi todos los casos, al siglo XV. Fue en ese siglo donde tuvo lugar la Reconquista, cruzada contra los musulmanes y que se puso y ganó bajo la advocación de María. Todas las imágenes se aparecen o son encontradas por personajes representativos del área geográfica en cuestión (cazadores, marineros, pastores, etc.). Las imágenes son encontradas sólo por una persona, nunca por el colectivo y se produce en el medio natural, el campo, alejado de los centros de población, afirmando así la fe del grupo al que va destinado el mensaje.  

CALAÑAS, 2018   

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