Con la lectura del libro “La vida rural en un lugar del señorío de
Niebla: La Puebla de Guzmán (siglos XVI al XVIII)” del autor Don Francisco Núñez Roldán y publicado por la Excma.
Diputación Provincial de Huelva en 1985, en su apartado 9.3, Los modos de vida
y la religiosidad, donde refiriéndose al siglo XVIII concretamente hace un
relato que me ha enseñado y del que quiero hacer un breve resumen para que cada
cual saque sus propias conclusiones:
“ En el siglo XVIII, la
religiosidad popular en España, era tan exuberante y jovial que se mezclaron en
ella lo sagrado y lo profano. Para intentar reconstruir las vivencias
religiosas en el Campo de Andévalo durante esas fechas podemos basarnos en los
datos que aportaba el visitador general del Arzobispado de Sevilla en sus
inspecciones a la zona para el mejor cumplimiento no sólo de las obligaciones
pastorales de los sacerdotes, sino también para la corrección de las costumbres
populares, toda vez que éstas se alejaban a menudo de la línea doctrinal
establecida.
(El 31 de julio de 1.751 el
Arzobispo Coadministrador de Sevilla envía a los Alcaldes de Calañas y Valverde
sendas cartas en las que se les insta a “celar el que no haya bayles
provocativos, cantares lascivos ni cosa que pueda ofender la pureza e
integridad de las costumbres christianas” en las noches que anteceden a la
festividad en que se solemnizan a Ntra.Sra. de la Coronada y de España.)
El cura rural no solía
tener una instrucción sobresaliente y menos aún el pueblo llano. Aquel estaba
obligado a explicar y enseñar la doctrina cristiana a éste durante los días de
fiesta, con apercibimiento de que si no lo hacía, sería castigado por la
autoridad eclesiástica. Debido a que las tareas agrícolas no se abandonaban
bajo ningún concepto, el incumplimiento religioso era normal y la inobservancia
de los preceptos dominicales era habitual.
Pero una de las
manifestaciones de religiosidad más importantes, aparte las fiestas y romerías,
lo constituyó la organización de hermandades y cofradías. Éstas estaban
instituidas bajo la advocación de algún intercesor celestial cuya imagen era
sacada en procesión por los hermanos.
En Calañas, en el siglo
XVII, existían ya las cofradías del Santísimo Sacramento, Vera Cruz, Nuestra
Señora del Carmen, Ánimas y Nuestra Señora del Rosario y en el siglo XVIII la Hermandad
de Nuestra Señora de la Coronada.
Según Marcelin Defourneaux
que escribía sobre la España del siglo de Oro, “todo era pretexto para la
fiesta”. No existía pueblo grande o pequeño, rico o podre, que no celebrara
algún festejo.
Con la participación popular
en las prácticas oficiales de la Iglesia, lo que se procuraba era conseguir la
protección y el auxilio divino (salud y suerte). La mejor demostración de apoyo
en los patronos o santos eran sus fiestas anuales, cuyo origen se encuentra en
la misma comunidad rural o a veces, impuestas por la jerarquía eclesiástica,
política o señorial.
La fiesta patronal supone a
diferencia de las fiestas comunes en toda la Cristiandad (Natividad, Domingo de
Ramos, Corpus, Asunción, etc.) una reafirmación de la conciencia de
diferenciación de la comunidad respecto a otras comunidades.
Damos especial
consideración a la coincidencia que existe entre la fiesta religiosa y la feria
económica allí donde ésta se celebra, por lo que la fiesta sagrada, pocas veces
se presentaba en estado puro. El ritual religioso y el económico se fundía
inexorablemente en la mayoría de los casos.
La religión, los santos,
acercan y rompen las distancias, convocan a las gentes más variadas, provocan
sociabilidad. Si la mayoría de los patronos son santos varones, junto a ellos
no puede faltar María, la Virgen Madre. El culto a María es elemento
fundamental de la religiosidad andaluza e ibérica por extensión. La Virgen,
antes que mujer, es madre y como dice un autor portugués “uma mâe de substituiÇao”.
Las fiestas marianas son
las más brillantes y las que han sobrevivido, pese a su remoto origen, a todas
las transformaciones sociales, políticas e incluso religiosas operadas en
nuestra sociedad. Todas tiene una tradición secular y profunda. El origen de
sus devociones se remonta, en casi todos los casos, al siglo XV. Fue en ese
siglo donde tuvo lugar la Reconquista, cruzada contra los musulmanes y que se
puso y ganó bajo la advocación de María. Todas las imágenes se aparecen o son
encontradas por personajes representativos del área geográfica en cuestión
(cazadores, marineros, pastores, etc.). Las imágenes son encontradas sólo por
una persona, nunca por el colectivo y se produce en el medio natural, el campo,
alejado de los centros de población, afirmando así la fe del grupo al que va
destinado el mensaje.
CALAÑAS, 2018
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