Ana
Gracia, calañesa nacida en el año 1592, era hija de Francisco Ruiz y de Isabel
Vázquez, naturales también de Calañas, lugar del Arzobispado de Sevilla, muy cristianos y de devotas costumbres. Fue
criada en el camino de la fe y del amor de Dios y recibió la llamada cuando se
hallaba guardando el ganado de su familia a los 24 años de edad, allá por el
año 1616.
Tuvo una época que apenas si
atendía a conversaciones ni nada de lo que le decían y pasaba a estados de
suspensión, diciéndole su madre que estaba poseída por el demonio, por lo que
la mandaron a cuidar el ganado que tenían en el campo.
Sucedió
que estando una tarde al caer el Sol retirada en el campo se le presentó el
Convento de Religiosas de los Reyes.
Después de esto decidió marchar a Sevilla desde Calañas, donde pensaba encontrar el Convento, del que no sabía su nombre,
y a pesar de dar señas del traje y hábito de las religiosas que la visitaron,
por ser muy similares a los de otras Órdenes, quedó muy confusa. Fue acogida
aquella noche en el Convento de la Concepción de San Juan de la Palma, donde entró a servir a una religiosa que se llamaba Doña Antonia de Illera durante
tres meses y a quien pregunto por las referencias que llevaba de la Orden que
ella buscaba, resultando negativo el resultado. Doña Antonia informa a la venerable Madre Dorotea de los deseos de Ana de Gracia, quien informándose de
su procedencia humilde y sus virtudes, al recibirla le dice: "Ana, sea
bien venida" a lo que Ana responde: "Aquí es, que en éste traje
estaban las señoras que yo vi".
Venerable
Madre, Sor Francisca Dorotea
Entró
Ana a servir en el convento el día de San Diego como Hermana Lega, y fue
llamada Ana de San Diego y destinada a las cocinas del mismo. De
las pesquisas que se realizaron por parte del Convento en Calañas, sus padres
se enteraron donde estaba su hija, a la que fueron a visitar, permiso que
obtuvieron de la Madre Dorotea. Las palabras que pronunció Ana al verlos
fueron:
"Está esto acá, no se acuerden más de mí".
Ana
departía en el convento con amor y sencillez la vida de todas sus hermanas,
ayudando en todo lo que se le pedía.
Vaticinaba eventos en los que acertaba de
lleno y las consultas a su persona eran continuas por parte de la alta sociedad sevillana a la que encomendaban sus oraciones y hasta sus negocios. En éste
crédito de virtudes, llena de merecimientos y de años, a los setenta y cinco de
su edad, y de religión cincuenta y uno, un treinta de mayo de mil seiscientos
sesenta y siete, el segundo día de Pascua del Espíritu Santo, voló a las celestiales esferas. Fue despedida por toda la Comunidad entonando los Salmos
hasta que espiró con tanta serenidad de ánimo como de consuelo de las
religiosas.
Éste
es un breve resumen de la vida religiosa de una calañesa más que decidió un día
dedicar su vida a Dios, vistiéndose con el hábito de las Dominicas Descalzas de
los Reyes, Religiosas de velo blanco.
*
Ésta narrativa ha sido hecha por unos archivos recibidos de manos de Javier
Casto Romero.
CALAÑAS 2025