A mediados de los años cuarenta y hasta finales de los sesenta, buen número de muchachas pasaron por ésta sastrería que Gregorio Llanes Rosa tenía en el número 24 (hoy 26) de la calle Don José Troyano de Calañas, donde dieron multitud de puntadas aprendiendo a coser y planchar, y también otras muchas cosas que se aprenden cuando se trabaja en grupo.
En aquella época era habitual el hacer dos o tres trajes por semana, ya que la mayoría de los hombres del pueblo y de los pueblos de alrededor se hacían un traje al año, bien para las fiestas de la Virgen o para la Feria (cuando se casaban el número de trajes solicitados era de dos a la vez). En los períodos de la Virgen o de la Feria, que mi padre llamaba “de las prisas”, no se daba abastos, se trabajaba dieciséis y dieciocho horas al día, para no perder la clientela y satisfacer a todo el mundo. También a los niños se les hacía algún que otro trajecillo e incluso los de primera comunión. Luego, el sábado, llegaba la hora de “repartir” los trajes terminados, y esa labor me correspondía a mí, pues las “propinas” me venían como agua de mayo para las fiestas.
En la foto anterior que es del año 1.951, aparecen:
Niño grande: Ramón García Barrero
Niño pequeño: Ramón Llanes Baquero
Sastre: Gregorio Llanes Rosa
Costureras: Dolores Baquero Cerero, María Baquero Cerero, Juana Moriña García, Isabel la del Guarda, Juana Rivera (La Pimpa), Dolores Márquez (mujer de Manolo Villanueva), Juana Barrero, Rosa Sánchez Martínez (esposa de Nicolás 7 puntos) y Antonia la de Isidora.
Además de las costureras que aparecen en la foto, quiero mencionar a otras que pasaron por la sastrería: Adela Vives, Ana la Cirolita, María Pérez, Juana Monge, Josefa la del Enterraor, Isabelita la de Mazaroco, Isabel de la de Vidal, Petra, Margarita Delcán, Matea, Juana Rivera, María la de Tío Juan Gómez, Lorenza Borrero, Rosario Vieira, Isabel Vieira, María la Pulía, Gregoria la Pulía, Pepita Hidalgo, Pepita Romero García............ y otras muchas que no recordamos.
Luego, como sucedió con otros muchos oficios, empezó a decaer el mantenimiento del taller de costura debido principalmente a “la confección” en cadena de prendas de vestir y poco a poco las costureras dejaron de ser necesarias y al final, sólo quedaron Rosario Vélez e Isabel (la hermana de Alonso y Leonor), que junto con mi madre, atendían las escasas peticiones de los nostálgicos del “traje a medida”, concepto digno de alabar, ya que desde que se iba a elegir la tela de un extenso muestrario (era del comercio de los Hermanos Delgado del Cerro), la medida, la primera prueba, la segunda prueba y las veces que había que pasar por mi casa para liquidar el importe (no todo el mundo), resultaba ser una forma de comportamiento y empleo del tiempo de una sociedad que vivía de manera más relajada que la actual.
En su memoria, conservo el local donde estaba la sastrería, casi intacto, sus utensilios de trabajo (tijeras, planchas, reglas, tizas, etc) ordenados en su “estante de madera”, la mesa de cortar, la mesa de planchar.... el burro de madera para terciar los trajes hilbanados, los palos para colgar los pantalones..........
Creo que puedo decir sin temor a equivocarme, que muy poca gente salió descontenta del trato que daba el maestro. Eso también formaba parte del traje.
Calañas, 2010
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